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Actualidad

Alma Atlántica, primera exposición de Parrote Art Gallery en la Fundación PONS

  • Con pinturas de Ángela de la Cruz y de Xaquín Chaves y esculturas de Francisco Leiro
  • Esta galería de arte que tiene sede en La Coruña y Pontevedra ahora amplía su actividad en Madrid para los 16 artistas a los que representa

Madrid, 20 de diciembre de 2021. Hoy Parrote Art Gallery (PAG) presenta en la sede de la Fundación Pons en Madrid la exposición Alma Atlántica, muestra colectiva de tres artistas gallegos con proyección internacional: Ángela de la Cruz (A Coruña, 1965), Xaquín Chaves (Vilaxoán, Pontevedra, 1959) y Francisco Leiro (Cambados, Pontevedra, 1957). La muestra permanecerá abierta hasta el 29 de enero de 2022.

La Galería Parrote se abrió en La Coruña en 2019, posteriormente en Pontevedra y ahora amplía su proyecto expositivo en Madrid, gracias al acuerdo con la Fundación Pons (Serrano,138). Actualmente el fundador de la galería, Pepé Montero-Romero, está colaborando con 16 creadores, entre ellos doce pintores, dos fotógrafos y dos escultores en los tres espacios expositivos. Algunos de los artistas son compartidos con las galerías Álvaro Alcázar, Helga de Alvear y Marlborough.

Para su primera exposición en Madrid la Galería Parrote ha seleccionado alrededor de 15 piezas, siete representativas de los últimos años de Ángela de la Cruz, alguna realizada durante la pandemia; dos esculturas en bronce de Francisco Leiro datadas en 2003; y una serie de paisajes de Xaquín Chaves, entre ellos dos cuadros de gran formato y tres de mediano y pequeño. En total un conjunto de obras que sintetizan la tensión y la mirada de tres referentes del arte contemporáneo actual, nacidos en Galicia pero que desarrollan su proyecto plástico en Reino Unido, Estados Unidos y España con irradiación global.

Cuando concluya esta primera exposición el director de Parrote Art Gallery tiene previsto programar en 2022 cinco o seis exposiciones de artistas nacionales y de alguno internacional como Simon Edmondson, que vive y trabaja en Madrid. Entre febrero y marzo se presentará una individual de Adalina Coromines. Entre los artistas, además de los cinco citados, figuran Rafael Canogar, Roberto González, Guillermo Fornes, Luisa Valdés, Xoti de Luis, Pilar Cancio, María Cobas, Carlos Díez Bustos, Isabel Tiessen, Lupe Vázquez y Benito Freire.

Ángela de la Cruz es una de los referentes del arte español y fue la primera artista española nominada al prestigioso Premio Turner en 2010. Vive y trabaja en Londres desde hace más de tres décadas, atraída por el after punk de finales de los años 80. Licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Santiago de Compostela, Ángela estudió en el Chelsea College of Art y más tarde en Goldsmiths College y Slade School of Art, ambos en la capital británica. Desde entonces inició una trayectoria artística exitosa tanto en el Reino Unido como en España. En 2017 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas.

En su proyecto artístico sostenido en el tiempo se observa una sutil frontera entre la pintura y la escultura, un territorio propio en el que ha ido investigando hasta ensanchar los límites de la pintura con esos lienzos retorcidos que confieren a sus obras un aire escultórico porque su intención es arriesgada para reflexionar sobre el lenguaje de la pintura. Como ella misma afirma: “En el momento que corto el lienzo, me deshago de la grandiosidad de la historia de la pintura”.

En Alma Atlántica se exhiben 7 piezas de la artista afincada en Londres, un óleo sobre aluminio de 2013 titulado Hybrid (Pink), tres de 2014 en los que predomina el azul con diferentes matices, y otras tres obras desde 2019 a 2021 en los que Ángela de la Cruz alterna texturas con colores monocromáticos como ese Monochrome /Yellow), de 2021; su particular homenaje a Kazimir Malevich en Layers (Black and White after the square of Malevich) de 2019, sin olvidar una obra que refleja muy bien su estilo performativo, Loose Fit (Red/Pink), un óleo y acrílico en gran formato que terminó en 2019 y que parece imitar el comportamiento humano y la reacción de nuestro cuerpo “frente a lo imprevisible e incontrolable de la vida”.

Leiro y Chaves además de amigos están muy pegados a la marina gallega. Ambos son de la comarca del valle del Salnés, una zona diferenciadora de Galicia que va desde O’Grove a Corrubedo. Francisco Leiro se siente más cercano al Atlántico  mientras que Xaquín Chaves se apasiona más por el bosque y la botánica, sin desdeñar las inspiraciones pictóricas que le brindan las Rías Baixas en las aguas atlánticas.

Francisco Leiro perteneció en la década de los 80 al colectivo Atlántica, en ese intento de recuperar algunas técnicas ancestrales para evocar mitos populares. Su abuelo era tallista y eso le influyó para dedicarse de lleno a la escultura recordando cómo jugaba en su infancia con las cajas de pescado vacías en los muelles del puerto de Cambados. Comenzó muy joven a exponer, desde mediados de los años 70, tanto en galerías y museos españoles como en otros centros internacionales y sigue participando activamente en ferias de arte por todo el mundo. Sus obras hoy forman parte de numerosas colecciones e instituciones españolas, aunque también de museos norteamericanos, holandeses y japoneses. Entre sus reconocimientos hay que destacar el Premio Nacional de Cultura Galega (2008) y la Medalla de Oro de Galicia (2016).

Leiro vive y trabaja entre Madrid y Cambados. Durante una larga temporada vivió en Nueva York y trabajó en Tribeca, desde donde pudo contemplar la devastación tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas. Las dos esculturas que presenta en Alma Atlántica fueron esculpidas en 2003, fruto de una iniciativa de la Galería Marlborough en la que pidió a algunos creadores que reflexionaran sobre los efectos del atentado terrorista del 11-S. Conversaciones I y Conversaciones II, dos esculturas en bronce en una escala algo mayor que la proporción humana, donde el artista gallego representa a dos personajes sentados cada uno en un banco y parecen estar enfrentados. Uno de ellos está queriendo comunicarse y se dirige al otro, mientras el segundo no parece prestarle atención. No hay diálogo entre ellos porque uno no quiere escuchar.

En gran parte de sus esculturas y en los bocetos preparatorios de Leiro – que desvelan cómo es su proceso creativo- sus personajes quizá sean una alegoría de la vulnerabilidad y la fragilidad humana. Casi siempre opta por un tipo de formas abierto, que sugiere e interpela al espectador para que él sea quien reflexione sobre el sentido  último de la obra, muchas veces habitado por los arquetipos rotundos que crea Leiro.

Por su parte, Xaquín Chaves fue un caso de precocidad, ya que empezó a pintar cuando solo tenía 16 años. Como todo joven artista fue quemando etapas pasando por el simbolismo, el surrealismo, el expresionismo abstracto o la figuración con aspiración paisajística, aunque todo ello con una clara orientación hacia el manejo del color, demostrando gran versatilidad en el modo de aplicar los pigmentos, lo que confiere a sus pinturas una gran dinamismo y cierto sentido lúdico de la existencia por la emoción que late en sus composiciones.

Desde su taller a orillas del río Ribadumia, rodeado de arces y hayas, Chaves está rodeado de la belleza de la naturaleza. En muchas de sus obras hay ecos e influencias de maestros del color como Matisse, Yves Klein o José Guerrero, entre los europeos, pero también de expresionistas norteamericanos como Rothko y Motherwell o el aporte de artistas orientales antiguos.

En Madrid se exhiben cinco pinturas de Xaquín Chaves, dos de gran formato pintadas durante estos meses de pandemia y tres de mediano y pequeño. En todas ellas se observa sutileza a la hora de abordar el paisaje y destreza en diferentes técnicas plásticas. Entre las obras más monumentales y recientes cabría destacar: El sueño gris, dedicada al poeta gallego Carlos Oroza, una composición introspectiva e intimista que evoca un poemario de su amigo recientemente fallecido; Loaira, por su parte, tiene un registro luminoso de celebración, en clave abstracta, para reflejar lo sinuoso del bosque lucense. El resto de las obras: Tiesto, Equinoccio variación II y Zumaques sobre un mar azul, entre otras, son un buen ejemplo de su memoria visual y de las emociones sugeridas en los lienzos y papeles.